domingo, 27 de julio de 2014

Ya se fueron

Esperamos demasiado del amor, y la culpa la tienen las películas. Mientras tanto viajamos eternamente en el Monticas por esa ruralidad mal entendida que es la Pampa húmeda.
Mientras viajamos comenzamos a idealizar nuestro destino. Las historias de amor del cine, tan intangibles, tan redondas, tan superadoras, hacen ver las nuestras como borradores, como garabatos circulares que escribió el hermano bobo del director, el  que labura de chef y sueña con coger sin pagar alguna vez en la vida.     
Como Rosario es la Chicago criolla, esta zona pasa a ser arbitrariamente, y porque yo lo digo, la Nashville. Allí encontraremos una de las pocas fábricas de guitarras industriales del país y nativos que les indicarán con inédita y hasta exagerada simpatía a los camioneros donde hacen el mejor vaciopan del condado. Lugares sórdidos donde podremos adquirir infusiones y alimentos de gran calidad por un par de monedas.
Necesitamos un cuento para ser felices, o para ser más felices en caso de haber obtenido la felicidad en la precuela del film. Cosa que dudo.
Presiento que Dios debe estar aburrido y por eso inventa estas cosas; la felicidad, el amor. Dios creó a Hollywood a su imagen y semejanza. O fue al revés.
Soy capaz de hacer tantas cosas por amor como soy capaz de hacerlas por comida.
Mientras tanto nos sacamos fotos y no conseguimos salir bien en ninguna; Siempre con los ojos cerrados. Vos siempre haciendo muecas raras.
Ya es de noche, y la ruta 33 sugiere una película de terror malísima. Cuando es de día la insignificancia cotidiana brilla desesperadamente. El amor, que no es otra cosa que la colectora de lo que pensamos que es, es, básicamente, esa cotidianeidad.
Los que tienen la posta ya se fueron, quedamos nosotros, los que no aprendimos a esquivar las balas, los que conocemos la ruta pero no sabemos manejar.        
  

sábado, 26 de julio de 2014

Los Dodgers

Me despierto pero no tengo ganas de levantarme. La ruta 33 es ese río de cemento que busca el mar. Enciendo la televisión y hago zapping, voy del 10 al 65. En Medio Oriente hay tragedias todos los años, más allá que en Firmat la Afip controle o no a los camiones cargados de soja que buscan China, que no es Medio Oriente, es Oriente solamente.

Pero vos tenés que preocuparte por las cosas importantes, ¿llamaste al tipo ese que vende buzos para pibes de quinto año?, por ejemplo ¿averiguaste sobre esos créditos blandos que da el gobierno? La vida es corta, no podés estar todo el tiempo en la chiquita…en que si el cartel de Michelin del kilómetro 664 es de la década del 70 o del 80. No, boludeces no, el muñeco ese no te va a pagar el monotributo. Aunque sería buenísimo que lo haga, y sería un publicidad no tradicional sin precedentes para Michelin, y por la módica e insignificante suma de 568 pesos, que si lo pasas a dólares es el precio de la salsa de la barbacoa que se come el gerente de Michelin de California un domingo con su familia de gorditos rosaditos mientras ven los Dodgers por Direc TV.                 

jueves, 24 de julio de 2014

era Casilda

En los 90 pusieron los peajes. No sabemos si el pliegue es lo que une o divide, pero Murphy era, como si dijeramos, el gran Venado Tuerto. Éramos tan pequeños que creíamos que Venado era grande, y pequeña solamente si se la comparaba con Rosario. Por eso, todo lo que había en el camino no tenía tanta relevancia como Venado.
Un peaje dividía Murphy de su metrópolis natural, así como otro dividía Casilda de Pujato. El caso es diferente: Casilda no era una ciudad tan importante como Venado para un niño como uno, y Pujato estaba cerca también de Rosario, su metrópolis natural. ¿Qué tenía Casilda? Una sede de la Universidad de Rosario? Pero era chiquito el pueblo!
y sin embargo, recuerdo que en los viajes frenábamos a comprar manijaponé y cosas por el estilo en unas casitas que están después de la curva del golf club que está antes de llegar al peaje, si uno va en dirección a Rosario. Eso era Casilda, una ciudad pujante en donde se compraba manijaponé. Pero pujante, sobre todo.
Después empezamos a desviar por la 14 y yo extrañaba pasar por Casilda, porque era una marca del viaje: la puerta de la facultad de veterinaria y la casa del manijaponé. Pero ya estabamos grande para las pelotudeces. Pero había algo más, otro hito místico que estaba en la ruta: un cartel.


Tenía forma de guitarra. Era un cartel que decía que en Casilda había una fábrica de guitarras, cuya marca era Romántica. Es, porque existe todavía. La guitarra que me regalaron mis padres cuando cumplí 18 años (si hago la cuenta, mejor no la hago, van a ser 18 años los que pasaron en poco tiempo), fue fabricada allí, y es de las de alta gama. Mucho tiempo después, ya viviendo en Rosario, me di cuenta que la casa de instrumentos musicales que está por calle mendoza y españa era de la misma gente, Mantini musicales.

El otro día le pisamos la fábrica. "Ustedes tenían un cartel en la ruta". "Uh, pero de eso hace mil años".


sábado, 12 de julio de 2014

“¿Qué leíste de Bolaño vos?, nada, pero vi El Chavo.” Es de mal gusto reírse de los chistes propios. Cuando estás solo.

Mi dialogo interno suele funcionar como la ruta;
Siempre me pregunto y me contesto lo mismo. Igual y distinto, como esos 15 km que separan Casilda de Sanford, que los que conocemos sabemos que son el Aleph de la 33.
Noto a la vera de la ruta dos náufragos que hacen dedo, no los llevo ni en pedo.
¡Una sola letra! Una sola letra de ese cuento es más importante que todo lo que usted y yo juntos vamos a poder escribir en nuestra vida. Ponele.
Cambio de carril a cada rato, y no tanto. Y en mi dialogo interno, lo mismo.
Hay un libro de Fogwill que habla de eso pero en otros términos, porque todos hablamos de lo mismo. Y yo me estoy comiendo la curva Nico, losé.

¡Ahí van los náufragos! los levantaron. Van a llegar antes que nosotros a ningún lugar, como en esas películas que arrojan metáforas y conclusiones sobre la vida moderna. Todavía no entendí ninguna.

jueves, 10 de julio de 2014

Casilda, ¿la carilinda pero cheta de la 33?

Estaba neblinosa esta mañana la vida en la pampa húmeda. Nosotros tomamos precauciones pero sobre todo viajamos tranquilos. Qué bien se siente acá en la ruta, dijo Bernardo, y sí, íbamos contentos, escuchando la radio la red y sus desfachatados festejos luego del partido de anoche y el paso a la final del mundial para argentina.
Argentina, qué concepto, qué pedazo de concepto. La patria se te haga un lado, ¡están hablando de fútbol!
La euforia del periodismo no podrá empañar nuestros esfuerzos por recuperar los cachos de tierra que nos merecemos. Lo importante, señoras y señores, es el relato. Lo veníamos diciendo.


Después de sortear el peligro (un camionero realizó una maniobra arriesgada y la tranquilidad que me inunda en este instante en que tipeo esto tiene que ver con la cercanía del peligro inminente; sí, tranquilamente nos la poníamos, el camión venía de frente y se fue a la banquina para terminar cruzado en la ruta, en nuestro carril), llegando entre la niebla a una mojada ciudad que no terminaba de despertar, vimos estacionados algunos camiones. Es que en el barcito de esa estación trabaja una mina que está muy buena, confirma mi chofer, que supo escuchar a algunos colegas de la ruta. Al que sabe hay que escucharlo.
Pero no van a esperar que digamos cuál es el lugar.

Me guardo la mejor parte del relato para otra entrada, viene con reflexión.