Estaba neblinosa esta mañana la vida en la pampa húmeda. Nosotros tomamos precauciones pero sobre todo viajamos tranquilos. Qué bien se siente acá en la ruta, dijo Bernardo, y sí, íbamos contentos, escuchando la radio la red y sus desfachatados festejos luego del partido de anoche y el paso a la final del mundial para argentina.
Argentina, qué concepto, qué pedazo de concepto. La patria se te haga un lado, ¡están hablando de fútbol!
La euforia del periodismo no podrá empañar nuestros esfuerzos por recuperar los cachos de tierra que nos merecemos. Lo importante, señoras y señores, es el relato. Lo veníamos diciendo.
Después de sortear el peligro (un camionero realizó una maniobra arriesgada y la tranquilidad que me inunda en este instante en que tipeo esto tiene que ver con la cercanía del peligro inminente; sí, tranquilamente nos la poníamos, el camión venía de frente y se fue a la banquina para terminar cruzado en la ruta, en nuestro carril), llegando entre la niebla a una mojada ciudad que no terminaba de despertar, vimos estacionados algunos camiones. Es que en el barcito de esa estación trabaja una mina que está muy buena, confirma mi chofer, que supo escuchar a algunos colegas de la ruta. Al que sabe hay que escucharlo.
Pero no van a esperar que digamos cuál es el lugar.
Me guardo la mejor parte del relato para otra entrada, viene con reflexión.
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